Islas Galápagos El reinado animal


SAN CRISTOBAL.- El solitario George ha muerto. Viva el solitario Pepe.
En el particular reino animal de las islas Galápagos, donde se protege hasta los granos de arena, las tortugas son figuras indiscutibles. La extinción de la especie Chelonoidis abingdoni, cuyo último exponente fue el simpático George (falleció en junio), entristeció a los amantes de la naturaleza y dejó vacante el trono de los atractivos turísticos. Hicieron lo imposible para que procreara, probaron incluso con hembras de otras especies, pero ninguna logró que dejara el celibato.

La tortuga Pepe, también centenaria, parece dispuesta a ocupar su lugar en las fotos. Sin prisa, claro, pero con vistas a futuro. Al menos eso quieren los responsables del turismo de San Cristóbal, la segunda isla en población del archipiélago, donde reside este reptil de la familia Testudinidae, originario de la isla, de caparazón abollado tal vez producto de un golpe en su juventud. Vive en soledad junto a la iglesia del pueblo.
San Cristóbal procura lanzarla a la fama para ganar terreno sobre la isla más visitada, Santa Cruz, con mayor infraestructura y, en consecuencia, menor tranquilidad. "Santa Cruz tuvo la suerte de contar con la Fundación Darwin, que se instaló allí y la ayudó a promocionarse, cuando en realidad Darwin ni siquiera pisó esa isla -cuenta el alcalde de San Cristóbal, Pedro Zapata-. También tuvo a George durante años, que había nacido en la isla Pinta, pero quedó allí protegida y les atrajo mucho turismo."
Entre sus virtudes, San Cristóbal mantiene la sencillez de pueblo, sin cadenas hoteleras ni hostales con pretensiones boutique , y ofrece opciones para pasar al menos tres días conociendo paisajes y animales sorprendentes.

La convivencia con ellos es cotidiana, sobre todo en lugares como el malecón Charles Darwin -todo lo importante lleva su nombre-, donde cientos de lobos marinos se echan a descansar, sin molestarse por el paso de los turistas. Incluso suelen competir con ellos por ocupar los cómodos bancos de madera construidos para disfrutar de la mejor vista del puerto.
Moverlos implica un esfuerzo de creatividad, ya que no deben tocarse, porque están protegidos. En rigor, nada puede tocarse demasiado: el 97% de la superficie terrestre del archipiélago integra el Parque Nacional Galápagos. No molestar a los animales es parte esencial de la conducta que se espera de los visitantes. Por si acaso recuerdan que en la pequeña cárcel de la isla está alojado un alemán que quiso salir con cuatro iguanas en su valija.
Vida de bacanes
Hay mil lobos en los alrededores del puerto. Se instalan en el centro o en los botes de pescadores, que tienen menos paciencia a la hora de sacarlos. Para conocer una colonia mayor se puede llegar hasta la lobería, a unos quince minutos en auto.
Es una playa con manglares, rocas negras y monte salado, que tiene también iguanas y zayapas, unos cangrejos colorados que, según los memoriosos (ahora está prohibido comerlos), saben a langosta. En la playa sobrevuelan fragatas -o tijeretas , por la forma de su cola- que parecen barriletes. También las llaman pájaros pirata : no pueden sumergirse para pescar, entonces les quitan las presas a otras aves más pequeñas.



La zona es ideal para surfear. Los lobos también surfean y, claro, tienen prioridad. "En la playa de Punta Carola ves a las tortugas debajo de la tabla", cuenta el guía, Dani Fabricio ("como el de Titanic ") Becerra.
Flaco, alto, con aros, pulseras y cadenitas de rapero, Dani es hijo y nieto de pescadores. Cuenta que suele caminar desde la lobería hasta la playa Tongo, donde las olas de cinco metros "rompen full hacia la izquierda". El camino es de 45 minutos y él siempre se hace un rato para recorrerlo con su tabla. "Se la pasa bacán en la isla", asegura, como si hiciera falta.
Sin agua potable todavía ni sistema de alcantarillas, Galápagos es un lugar privilegiado para vivir. Sólo cuatro de las trece islas están pobladas por unas 25.000 personas en total (en 1950 había 1300). Su atracción preocupa a las autoridades ecuatorianas, que quieren proteger a toda costa su ecosistema, afectado ya por un turismo que sigue en aumento. En 2011 atrajo a unos 185.000 visitantes, 9% más que en 2010. Es, además, el área del país con mayor crecimiento poblacional, a pesar de las leyes que imponen, por ejemplo, casarse con alguien de las islas cómo único camino para quedarse a vivir.
También está restringida la cantidad de vehículos. La licencia de un auto cuesta unos US$ 50.000 y se debe esperar a que alguien quiera vender la suya. Por eso hay tantos taxis. Las tres cooperativas de San Cristóbal reúnen 160 de estos vehículos, que son mayormente camionetas blancas 4x4.
La mayoría de la población vivía de la pesca, pero la actividad disminuye a medida que crece el turismo. Las autoridades han formado a algunos pescadores para que ofrezcan pesca deportiva, en una modalidad que llaman pesca vivencial y contempla aprender a cocinar una vez de regreso con las lanchas. De octubre a diciembre son los meses más rentables, ya que es temporada de marlines y llegan pescadores que pagan hasta 1600 dólares por una jornada de lancha para dos.

Protección al extremo
Pequeños pinzones se acercan a la mesa y tratan de robarse las tostadas del desayuno. Estas aves son un símbolo de la región, ya que su evolución diferente en cada una de las islas resultó fundamental en la teoría de Darwin, al igual que los cormoranes no voladores y, por supuesto, las tortugas.
Hay trece tipos de pinzones, que pueden distinguirse por la forma y el color de sus picos. Las diez especies de galápagos -eran catorce, pero cuatro se extinguieron- se diferencian por la forma de su caparazón, pero más fácilmente por su peso y tamaño.
Verlas en su hábitat natural en esta isla requiere de un viaje de dos horas de lancha y otras dos de trekking. Por eso crearon una galapaguera a 20 minutos del centro que permite comprobar su tamaño inverosímil y cumplir el sueño de tomarse fotos con ellas, sin acercarse a más de dos metros. "Les pedimos no tocarlas ni intentar levantarlas, porque no son guaguas -pide Jeffrey Málaga, elegido por sus compañeros como el guardaparques del año . Queremos que mantengan su instinto nato, para cuando venga un perro salvaje o un chancho puedan esconderse en su caparazón para protegerse. Lo peor es que entren en confianza."

Las endémicas de San Cristóbal pesan hasta 140 kg. En la isla Isabela están las más grandes, que superan fácilmente los 300 kg. La galapaguera fue creada también para la procreación en cautiverio de especímenes que viven allí hasta los 5 años. Siempre en riesgo de extinción, sólo en esta isla llegó a haber 100.000 ejemplares; hoy quedan 1150. Su protección es tan estricta que hasta se habilitó la caza libre de gatos salvajes, por ejemplo, para que no se coman los huevos de tortuga. También de chivos, que perturban a los reptiles; para ellos se ejecutó durante años el Proyecto Isabela, una operación cuasi militar para convertir a las Galápagos en "el primer archipiélago del mundo libre de chivos introducidos". Todo sea por la ecología y, por supuesto, el turismo.
Al corazón de la isla
Darwin aparece nuevamente, esta vez, en forma de estatua. La figura gigante se ubica en el cerro Las Tijeretas, a mitad de un prolijo sendero de piedra cortada y escalones de madera que permite obtener las mejores vistas de la isla.
El camino empieza en un centro de interpretación de la historia, flora y fauna, y llega hasta una pequeña bahía donde es posible zambullirse. Al final del trayecto (dos horas) está la playa Punta Carola, donde un faro ilumina la enésima colonia de lobos. Desde ahí se vuelve caminando hasta el pueblo.
Para meterse al agua, una de las playas más atractivas es la de Puerto Chino. La mejor temporada para eso es de diciembre a abril, cuando la temperatura oscila entre los 22°C y 31°C. Es también época de lluvias, pero el mar se mantiene calmo y el clima, muy agradable. Entre mayo y noviembre, la temperatura es de 16°C a 27°C .
La isla tiene 700 msnm en su punto más alto. A 650 se encuentra la laguna del Junco, único reservorio de agua dulce del archipiélago. Se llega hasta ella por un sendero que en días de lluvia es difícil de transitar, aunque la parte más complicada tiene también escalones. Con 270 m de diámetro, está rodeadapor otro sendero, para un lindo paseo por el corazón de la isla.
Camino a las alturas se pueden conocer las tres turbinas que conforman el parque eólico, proveedor del 45 % de la energía de la isla. Es la única provincia con energía de este tipo, además de estar creando un sistema de alcantarillado.
Hay dos propuestas curiosas en una visita a la parte alta. La primera es La Casa del Ceibo, un extrañísimo hospedaje con sólo dos habitaciones: una, arriba de un árbol; la otra, debajo del tronco. La habitación de arriba es una suite con un puente colgante como única vía de acceso y un caño del tipo de bomberos como salida de emergencia. A la interna se ingresa por una rajadura del ceibo de 300 años. Cuatro escalones permiten bajar hasta un espacio de 4 x 2 metros, con una pequeña cama y no apto para claustrofóbicos. Dormir arriba cuesta US$ 40 la doble; abajo, 20, aunque los únicos que se animaron a hacerlo hasta ahora son los excéntricos dueños del lugar, que pasaron ahí una noche. Visitar el predio cuesta un dólar.
Lo mejor, en el mar
Las formaciones rocosas suelen tener nombres según sus parecidos. En las aguas de San Cristóbal hay dos: Cinco dedos , que parece una mano, aunque con algunos dedos de más, y León dormido , una imponente piedra de 145 metros, símbolo de la isla. Hasta ella se llega en una excursión en lancha que resulta la mejor propuesta para disfrutar de la naturaleza y, tal vez, asustarse un poco.
La primera estación es la isla Lobos, donde se hace snorkel con una profundidad de cuatro metros. Por las rocas volcánicas caminan iguanas enormes que sorprenden especialmente cuando aparecen debajo del agua. Luego se detiene el motor en los alrededores del León, donde nadan rayas, lobos, tortugas y tiburones. "Son todos vegetarianos", miente Jimbo, el buzo que nos acompaña, además de un guardaparque.
Hacer snorkel o bucear junto a los paredones de esta formación es un paseo que se vuelve aventura cuando se ingresa entre sus grietas, con los animales bajo los pies. Los paredones quitan visibilidad y ganas de teorizar, al menos en ese momento, sobre la evolución de las especies. El paseo culmina en una magnífica playa, para tirarse al sol como los lobos y pensar (ahora sí) en lo lejos que estamos del mundo.

ISLAS PARA COMBINAR

El archipiélago tiene trece islas grandes y seis pequeñas, además de un centenar de islotes. Santa Cruz, la más importante, cuenta con unos 17.000 habitantes y fue la primera en desarrollarse, desde la instalación del primer aeropuerto, originalmente una base naval de Estados Unidos. San Cristóbal tiene cerca de 7000 residentes y también recibe vuelos desde el continente. Las visitas suelen incluir a Isabela, que es la de mayor tamaño y tiene playas increíbles y cinco volcanes activos (sus fumarolas son famosas).
Es fundamental conocer más de una isla. Para moverse entre ellas, puede ser en lancha o avioneta (venden pasajes triangulares), aunque muchos viajeros eligen conocer Galápagos en crucero, de hasta cien pasajeros (el máximo permitido). Se embarca en alguna de las islas, no en el continente. Suelen ser de 5 a 7 días y cuestan entre 1000 y 3000 dólares, según los servicios. Para un plan muy diferente hay sitio para acampar en las islas, con previo permiso que se debe gestionar al menos una semana antes.
Fernandina es otra de las islas que atrae a los viajeros, en especial por las iguanas marinas de Punta Espinosa. San Salvador es reconocida por sus cuevas y la playa de arena volcánica de Puerto Egas. Entre las islas más pequeñas abiertas al turismo, Genovesa ofrece los acantilados con variedad de aves y la bahía Darwin, con manglares y marismas. El hermoso islote Bartolomé es famoso por sus suelos de distintos colores y zonas ideales para bucear con animales.



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