En Praga, tras los pasos de Kafka

Un recorrido por la vida del autor de “La metamorfosis”. Su casa natal, las aulas del palacio Kinsky, el Café Louvre y su tumba en el Nuevo Cementerio Judío.

El río Moldava, el más largo de República Checa, atraviesa Praga y ofrece mágicas postales.

POR NORA VIATER / NVIATER@CLARIN.COM


Una ciudad y el nombre de un escritor que están estrechamente ligados.
Praga y Franz Kafka parecen haberse influenciado una al otro, una relación de amor-odio que aún hoy puede seguirse como un circuito, desde la casa en la que nació el escritor hasta su tumba, en el Nuevo Cementerio Judío. “Esta madrecita tiene garras”, dijo el autor de “La metamorfosis” sobre su ciudad natal.
Kafka nació en julio de 1883 y vivió hasta los 2 años en un caserón de la calle Maislova, de la Ciudad Vieja. La construcción que se ve ahora no es la original, que fue destruida en un incendio. De alguna forma se conservaron las paredes pintadas de color crema y un altísimo portón pintado de verde. Por aquellos años, esta era una zona modesta, de la que la familia emigró cuando el escritor tenía apenas dos años. Su padre, Hermann, provenía de una familia rural, aunque, ya en Praga y casado con Julie Löwy, consiguió tener su propia tienda de accesorios como bastones y sombreros. De allí saltó a tener un gran almacén. En la esquina donde se levanta la vieja casona en la que nació Kafka, un busto que parece querer salirse del muro homenajea al escritor. Puertas adentro, hay una pequeña exposición sobre la vida de Kafka. Las palabras “cafe” y “Kafka” se repiten en las grandes vidrieras.
Cuando la economía de la familia superó la categoría de “pequeños comerciantes”, se mudaron a la calle Celetná 3, donde Franz Kafka, que vivió allí durante sus años de escuela y los primeros pasos en la universidad, pasó más tiempo con su familia. En esa casa tuvo una habitación propia, donde escribió sus primeros textos, perdidos en el tiempo.
Kafka, de padres judíos, había estudiado en escuelas alemanas. Para ese momento, Praga ya era una ciudad multilingüe. En la Ciudad Vieja, Kafka pasó también por las aulas del Palacio Kinsky, en el que a fines del siglo XIX funcionaba una escuela académica alemana de nivel secundario, llamada Altstädter Deutsches Gymnasium. En el segundo piso funcionaba la escuela. Muchos años después, en 1948, desde el balcón de este palacio el líder comunista Klement Gottwald dio comienzo, con un discurso histórico, a la era comunista en Checoslovaquia.
De estilo rococó, de paredes de estuco rosadas y blancas, pero sin pasarse de edulcorado, el palacio hoy es una de las sedes de la Galería Nacional en Praga para exposiciones temporales. Y, otro homenaje, en una de sus ochavas, casi escondida, está la librería “Franz Kafka”, con una buena variedad de literatura checa y una enorme cantidad de souvenires en los que la imagen de Kafka en blanco y negro o como un dibujito triste que se aleja, son también protagonistas. Cajas de fósforos, libretas y postales reproducen la delgada y melancólica figura del autor de novelas y relatos emblemáticos del siglo XX, como “La metamorfosis” y “El proceso”.
Reciclados, embellecidos, Praga está impregnada por los textos del escritor. Hasta de aquellas ideas o filosofías que le producían contradicciones, como el judaísmo. Se dice que Kafka asistía a los servicios religiosos de la Sinagoga Viejo Nueva, donde habitaba el mítico Golem, una criatura creada por el rabino Loew para proteger a los judíos de la ciudad.
Los cafés de Praga eran, a comienzos del siglo XX, foros en los que se discutía de arte, de literatura y filosofía, de política. Uno de los pocos que quedan en pie, pese a que estuvo cerrado forzosamente en 1948, es el Café Louvre, que abrió en 1902 y permanece, desde 1992 cuando reabrió como una suerte de centro cultural, en la calle Narodni 22. Este café está a pocas cuadras del Moldava, el río que atraviesa Praga, y el puente de Carlos. Joseph K., en la novela “El proceso”, camina estas calles, rumbo al barrio de Mala Strana y El Castillo.
En ese café (y también en el Slavia) se reunían Kafka y Max Brod, su amigo y albacea, el hombre que se negó a cumplir con la promesa que le había hecho al escritor antes de su muerte: quemar todos sus textos. No fue mucho lo que se editó de Kafka cuando vivía. Una buena parte, que incluye textos sin terminar, se publicó después, el 3 de junio de 1924, cuando el escritor murió de tuberculosis. Kafka también hizo una primera lectura de uno de sus textos en el actual Hotel Europa, en la Ciudad Nueva.
Fue apenas un año, entre 1916 y 1917. Kafka habitó, junto con una de sus hermanas, una de las pequeñas casas del Callejón de Oro, un barrio de alquimistas y orfebres que parece condensar toda la magia de Praga. Bordeado por casitas diminutas de colores, construidas a fines del siglo XVI para los guardas del Castillo, hacia fines del XIX fueron ocupadas por familias pobres. En los años 50, se buscó reciclar la zona para devolverle algo del aspecto original y las casas se tranformaron en una suerte de tiendas de recuerdos en miniatura, en las que se venden libros, cristales y otros recuerdos de Praga. En la que tiene el número 22 vivió Kafka.
En su libro “Ciudades con genio”, el filósofo y escritor español Fernando Savater cuenta: “La casa Opel fue el último domicilio donde Kafka vivió con su familia. Un edificio burgués, lujoso, incluso un poco ostentoso, en el que sus padres, después de haberse desarrollado económicamente, ocuparon los dos pisos superiores. En la ventana de la esquina tenía su habitación Kafka. Y él dice que tenía una vista muy notable sobre la calle que ahora se llama París. También observaba la iglesia de San Nicolás y una parte de la iglesia rusa. Encontraba su habitación sumamente agradable, salvo porque había ruidos nocturnos de grifos de agua, algo que le molestaba”.
Kafka trabajó durante 14 años sin ninguna alegría en una compañía de seguros, hizo prácticas como abogado en un estudio legal, caminó las calles y los parques de Praga con Milena Jesenská, su amiga y su par intelectual, una relación que se puede leer en el libro “Cartas a Milena”.
A pasos del Puente Carlos, en Malá Strana, se puede ver la exhibición permanente dedicada a Kafka, “La ciudad de K”, organizada en dos partes: “Espacio existencial” y “Topografía imaginaria”. En la primera se busca exhibir la influencia de la ciudad sobre el escritor, aquello de la “madrecita con garras”, mientras que la segunda trata la forma en que Kafka describe la ciudad en sus textos. También se exponen sus primeras ediciones, diarios, manuscritos, fotografías y dibujos. Hay algo insoslayable en este espacio y es la instalación del artista checo David Cerny: dos estatuas masculinas de más de 2 metros de altura orinando dentro de una fuente, que tiene la forma de la República Checa.
Frente a la Sinagoga Española, la estatua de bronce “Descripción de una lucha” es otro de los íconos de la Praga actual, casi tanto como la figura delgada del autor de obras monumentales como “El Castillo” y “La metamorfosis”. El bronce del escultor checo Jarslav Rona se inauguró en 2003 y representa un traje vacío sobre el que cabalga una pequeña figura. El nombre de la escultura está inspirado en un relato de Kafka.
Kafka murió a los 40 años en Kierling, Austria. Su tumba está en el Nuevo Cementerio Judío, junto a una placa que recuerda a las hermanas del escritor, asesinadas por el nazismo. Más allá del circuito turístico, uno vuelve a ver la sombra de Kafka en alguna calle húmeda de Praga, como en los dibujos en tinta negra y amarilla de las postales: de espaldas, alejándose, vestido con un abrigo oscuro y con sombrero.

MINIGUIA
COMO LLEGAR. Air France vuela a Praga con una escala en París. El precio del pasaje ida y vuelta con impuestos y tasas incluidos es de 14.143 pesos (www.airfrance.com).

DONDE ALOJARSE. En el Hotel Rott, desde $ 671 la habitación doble por noche. En el Hotel Maximilian, desde $ 795 la habitación, con desayuno. En el Jalta Hotel Prague, $ 633 la habitación por noche, con desayuno.

INFORMACION
www.czechtourism.com
www.czech.cz/es
www.kafkamuseum.cz

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