Alegría riojana en clave chayera

Remera y pantalón lleno de harina y agua para igualar, albahaca para perfumar el alma, vino abundante y la protección del festivo duende Pujllay hacen de la Fiesta de La Chaya un momento para la alegría de la gente. Caritas de harina y dientes de risa, nadie se siente solo durante esta fiesta. Un momento ideal para conocer la provincia de La Rioja.



Chaya, chayear, chayera. Sustantivo, verbo, adjetivo. No importa cómo se use el vocablo, La Chaya es algo anterior a la palabra. La Chaya es un sentimiento, una fiesta primitiva que sube por las venas de los riojanos desde sus ancestros diaguitas y se les enreda por la sangre macerada en alcohol y perfumada de albahaca, hasta hacerse grito chayero.
Para los que no han escuchado hablar de ella, esta fiesta transcurre febrero tras febrero en la provincia de La Rioja. Y en la capital copa los barrios durante dos fines de semana para despertar igualdad entre las clases sociales y alegría entre hombres y mujeres. Todos bailan, todos cantan, todos toman vino, todos tras la capa de harina son parte de un mismo pueblo que se amasa.
La fiesta propiamente dicha tiene diferentes aristas: El Festival Nacional de La Chaya, los festejos en cada barrio y los llamados “topamientos”. El Festival es el evento más convocante de la provincia y este año coincidió con los festejos de carnaval, del 8 al 11 de febrero, en la capital riojana. Figuras como Abel Pintos, Sergio Galleguillo, la Bruja Salguero, Chaqueño Palavecino, Los Manseros Santiagueños, Los Huayras y Peteco Carabajal, entre otros, cantaron para un público de hasta 45.000 personas.
Pero el espectáculo más conmovedor es siempre la gente. Ya de lejos se vislumbra la harina flotando en el aire a contraluz. Y adentro del autódromo, donde se realiza el encuentro, corren vino, pintura, harina y mucha danza. Suena chacarera en el aire y las filas se estrechan para bailar. Las sillas sirven para subirse a aclamar a los ídolos. La noche se hace día en la música.
Ramita de albahaca
Pero el día real también existe y la fiesta se convoca popular y espontánea. Los diferentes barrios organizan, cada uno a su modo, el encuentro. Uno de los más famosos es El Camión de Germán, llamado así porque en su inicio Germán salía con el camión de su padre a chayear con sus amigos. Ahora el camión está simplemente estacionado en el barrio y la gente llega de a centenas a escuchar los compases de los músicos y a jugar con agua, harina y pintura, siempre con una ramita de albahaca tras la oreja, para perfumar el alma.
Esta Chaya tiene hasta su propia canción, creada por el Pica Juárez, que repite en medio de la alegría de la fiesta: “Todos seremos ceniza Pujllay”. Otra peña que también se hace en la calle –y una de las más concurridas– es la de Barrionuevo, organizada por la cantante riojana Natalia Barrionuevo.
Además de las Chayas callejeras, otros músicos prestan el jardín de su casa para chayear. Es el caso del cantante Kike Alamo, que abre su casa para que los vecinos de su barrio jueguen. Los amigos llegan con guitarras, hay baldes de agua para tirar, bailarines profesionales y no tanto y, sobre todo, alegría comunitaria. Kike insiste: “Aquí sólo harina, agua y albahaca, la pintura viene del carnaval, una fiesta extranjera que no tiene que ver con nosotros”.
En algunos momentos de la fiesta de La Chaya llegan los “topamientos”: enfrentamientos amistosos entre hombres y mujeres. Un grupo viene en una dirección y el otro en la opuesta. Del lado de las mujeres lidera el grupo la Comadre y del lado de los hombres, el Cumpa; al encontrarse se tiran harina y agua. Nadie se queja del engrudo, todos disfrutan y ríen mientras corre el vino, que se comparte con conocidos y desconocidos. El semidiós o duende Pujllay, preside la fiesta. Después, la gente baila al ritmo de los conjuntos musicales, folclore o cuarteto.
El último día de los festejos se quemará o enterrará el muñeco que representa la figura del Pujllay. Por unos meses nomás. El próximo febrero volverá la fiesta, por los siglos de los siglos.

IMPERDIBLE
La leyenda
Los orígenes de La Chaya se remontan a una leyenda precolombina, de la época de los diaguitas. Cada año, ellos agradecían a la madre tierra, que llamaban Allpa Huama por la cosecha, y lo hacían anclando el rito en una historia de amor. Cuentan que una joven hermosa llamada Challai, la Chaya, se enamoró; algunos dicen que de un colono rubio, otros del Pujllay, un duende festivo espíritu del carnaval diaguita-calchaquí. El hecho es que el amor no pudo concretarse y triste la joven se internó en las montañas riojanas. Allí La Chaya se transformó en nube y convertida en nube ascendió a los cerros. Desde allí viene cada año en febrero convertida en el rocío que se vierte sobre las flores del cardón, que en estos días revienta de flores blancas. También Pujllay, ebrio, muere consumido por la borrachera y el fuego.Estos dos personajes viven hoy en La Chaya riojana. Ella es el alma de los festejos, él se representa con un muñeco y se quema o entierra al final de la fiesta. Y, mientras tanto, el Pujllay cuida a los alegres festejantes.


MINIGUIA
COMO LLEGAR. De Buenos Aires a La Rioja hay 1.167 kilómetros. Hay que tomar ruta 9 hasta Córdoba, y desde allí la Ruta Nacional 38 hasta llegar a la ciudad capital de La Rioja. Para ir en Avión, Aerolíneas Argentinas tiene vuelo diario por 2.600 pesos ida y vuelta, con impuestos (www.aerolineas.com). El bus desde Retiro a La Rioja cuesta desde $ 1.140, ida y vuelta.
DONDE ALOJARSE. En el Plaza Hotel La Rioja Capital la habitación doble standard cuesta 570 pesos (www.plazahotel-larioja.com).

INFORMACION
Casa de La Rioja en Bs. As., Callao 745, Tel. 4813-3417/19.
www.turismolarioja.gov.ar

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