Un esbozo del paraíso a los pies de la Cordillera

Bodegas, museos, lagos transparentes, ríos de deshielo y bosques se hilvanan a través de un fascinante itinerario, desde la meseta hasta las cumbres andinas.



POR CRISTIAN SIROUYAN / CSIROUYAN@CLARIN.COM




Las cerradas alamedas que abrigan el Alto Valle del río Negro empiezan a ser esporádicos manchones verdes una vez traspuesto el río Neuquén por la ruta 22. Entonces, la aridez de la meseta patagónica se apodera del paisaje, mientras el camino no deja de avanzar con rumbo oeste, trepa las bardas pedregosas y se precipita en largas bajadas.
La inmensa geografía desnuda de la provincia de Neuquén, lejos de limitarse a ofrecer sólo ese plano grisáceo que obnubila, empieza a mostrar su poderosa vitalidad en los increíbles oasis gestados en medio de la nada absoluta por las represas construidas en los ríos Limay y Neuquén.
Más hacia el occidente, la autoridad absoluta de la Cordillera se encarga de conmover los sentidos con su generoso despliegue de bosque andino, lagos transparentes y prósperos valles que emergen a los pies de cumbres nevadas.
Pero en Neuquén no todo es asequible a primera vista. En el subsuelo de la estepa revive el pasado más lejano, el tiempo que remite a la región del Comahue como un territorio aún más agreste y a merced de los dinosaurios. Otro tesoro invalorable que los neuquinos se esfuerzan por cuidar con celo es el bagaje de las tradiciones heredadas de los pueblos originarios: la impronta tehuelche –influenciada por la etnia mapuche–, más notoria en las aldeas rurales, es un elemento esencial que afirma su fuerte sentido de pertenencia.
Esta crónica de viaje se propone reflejar los hitos salientes de un recorrido de más de 1.500 kilómetros por Neuquén, una fascinante aventura estimulada sin retaceos por la riqueza natural y cultural de toda una provincia.
Ruta 22: Neuquén capital
A 53 km de la ciudad, el circuito vitivinícola de San Patricio del Chañar es la primera gran sorpresa que dispensa la meseta. Una pasarela de madera facilita la visita guiada por Fin del Mundo, una de las siete bodegas regadas por agua de deshielo que desafían el suelo pedregoso. Desde esa altura privilegiada se puede apreciar tanto el intenso movimiento en el Playón de Vendimia (es la época de los espumantes pinot noir y chardonnay) como parte de las 800 hectáreas del viñedo. En las pulcras instalaciones también relucen las barricas de roble que añejan los varietales tintos y blancos y el proceso manual de selección de racimos. La degustación final concluye con una copa del vino trivarietal Especial Blem (malbec, cabernet sauvignon y merlot), el ícono de la bodega. Es la mejor bienvenida a la tierra neuquina y un inmejorable estímulo en la primera escala del viaje.
De regreso en la capital, Oscar Smoljan –director de la única sede del Museo Nacional de Bellas Artes en el interior del país– conduce un recorrido por la institución, que considera “la primera expresión de federalización del patrimonio pictórico de la Argentina”. Lo avalan nombres de peso: por ejemplo, entre las 53 obras expuestas de la colección Costantini se alternan Petorutti, Portinarí, Testa, Kuitca, León Ferrari, Xul Solar, Berni, Planas, Alonso, Le Parc, Spilimbergo y Quinquela Martín. El edificio de estilo racionalista también cobija conciertos gratuitos, ciclos de cine y, todas las noches de viernes del año, el Patio de Tango.
Ruta 237: El Chocón
La salida hacia El Chocón desde la ciudad de Neuquén requiere una buena dosis de paciencia. El tramo de 20 kilómetros de autopista hasta Plotier es un espejismo, borroneado enseguida por una irritante secuencia de semáforos y un tropel de autos, buses y camiones que avanzan en los dos sentidos como interminables caravanas. Para completar, obras viales reducen la calzada de la ruta 22.
El viento patagónico parace haber entrado en una inercia irrefrenable, dispuesto a barrer todo lo que se mueve sobre el borde superior de la represa de El Chocón. Abajo, el lago Exequiel Ramos Mejía sube y se agita, al punto de disparar una niebla de rocío que empapa cuerpos enteros y lentes de cámaras. Desde aquí arriba, donde la mole de hormigón de 2,5 km de largo conecta la orilla neuquina del río Limay con la Reserva Natural Valle Cretácico (en Río Negro), la meseta ya no es una vasta alternancia de piedra colorada, agua turquesa y matas sino un plano gris opaco que deja de exhibir sus matices. Incluso oculta el horizonte.
Por estos confines desangelados anduvo Rubén Carolini. Su capacidad de asombro se vio sacudida en 1987 y 1988, al quedarse petrificado frente a los restos desenterrados de dos dinosaurios. Era apenas la punta de un ovillo, que todavía tiene mucho hilo por cortar. Carolini comprendió que su vida transcurría sobre una inconmensurable cuenca paleontológica y fue por más. Su perseverancia tuvo premio demasiado rápido: en 1993 encontró una tibia y vértebras de un carnívoro del Cretácico de alrededor de 14 metros de largo. Había detectado las primeras señales del gigantosaurus, una desmedida criatura de entre 8 y 9 toneladas de peso. El 80 por ciento de la osamenta original alcanzó para que la recreación del carnívoro más grande del mundo detectado hasta ahora se transformara en la mayor atracción del Museo Municipal Ernesto Bachmann.
Ruta 231: Villa La Angostura
El rostro de Neuquén cambia sensiblemente a partir del paraje Confluencia, la clásica escala de la ruta 40 elegida para reposo de vehículos, conductores y acompañantes. De a poco, la meseta muta en montaña y salen a escena los colores intensos que acompañan el curso del río Traful. Poco antes de llegar a Villa La Angostura, ya por la ruta 231, el bosque filtra las primeras imágenes del Nahuel Huapi. Desde Bahía Brava, la lancha Patagonia Argentina se desliza casi imperceptiblemente por el lago más mentado de la región, de a ratos descolorido por gruesos nubarrones y cada tanto, cuando el sol se abre paso, revestido de una pátina turquesa. A la izquierda, la península Quetrihué se levanta como un morro abovedado recubierto de cohiues y cipreses.
En la punta de este brazo de tierra estirado en el agua, un muelle de madera es la puerta de entrada al mágico reino de los arrayanes. El contingente de turistas forma una compacta hilera por la pasarela de 800 metros de largo, seducido por el relato de la guía Rosana. Algunos se desprenden del grupo, para dejarse acariciar por la fina pelusa que envuelve la corteza color canela de los troncos. El regreso a la embarcación es cortejado por un par de pájaros carpinteros y picaflores.
La despedida de la Villa arranca en los dominios de una comunidad mapuche, en el sendero que trepa serpenteando la ladera del cerro Belvedere. Por fin, después de media hora, el agotador trekking alcanza la panorámica desde el Mirador, que abarca parte de los colosos de la Cordillera, el Nahuel Huapi y el lago y río Correntoso.
Ruta 234: San Martín de los Andes
El lago Lácar aporta la pieza final del Circuito de los Siete Lagos. Aparece sin aviso a un costado de una impactante pendiente de la ruta 234 y obliga a detenerse varias veces para admirar su belleza excelsa. Otros privilegiados lo observan impávidos desde los cerros que rodean San Martín de los Andes. Otra forma práctica de disfrutar del lago es a través de una excursión en lancha. Una hora después de zarpar es posible tirarse en la playa de arena volcánica de Quila Quina deleitándose con el paisaje, las empanadas de carne y tortas fritas que cocina Alida Chauquepan y alguno de los licores preparados por Omar Morales. “Pueden degustar lo que quieran”, invita el artesano y se adelanta a servir tragos de dulce de leche, cereza, chocolate y frambuesa.
A un par de cuadras del centro del pueblo, el museo La Pastera rescata de la historia local los cuatro días de 1952 cuando el Che Guevara y su amigo Granados pasaron en moto por la zona y pernoctaron en este chalé de madera. El lugar era un galpón de acopio de pasto para caballos del Parque Nacional Lanín y desde 2008 está ocupado por paneles que relatan la azarosa vida del revolucionario nacido en Rosario, pantallas que proyectan documentales, fotografías, una biblioteca y hasta el acta de nacimiento del Che, exhibida desde el interior de una botella.
Ruta 234: Junín de los Andes
Una soleada mañana de domingo, Junín de los Andes luce conmovida por la inminencia del comienzo de su fiesta mayor. En autos, de a pie o montadas a caballo, familias enteras desbordan el esfuerzo de los policías por ordenar el tránsito vehicular por la ruta. Elegantes pilchas de gaucho, con sombrero, pañuelo, poncho, camisa, rastra, chiripá y botas de potro brillan especialmente sobre los niños, decididos a lucirse en el Centro Tradicionalista Huiliches.
El encantador caos de los vecinos se aquieta en el Parque Escultórico Vía Christi, una eximia obra de arte creada por el arquitecto Alejandro Santana sobre un cerro. Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo son representadas en 15 estaciones enlazadas por un sendero que atraviesa un bosque de pinos. El circuito es coronado en la parte más alta por una imponente cruz blanca.
Ruta 61: lago Huechulafquen
Un desvío de la ruta 23, unos 4 km al norte de Junín de los Andes, es el comienzo de un periplo de 50 km por la ruta 61 hasta Puerto Canoa. Las mínimas rectas de pavimento alternadas con largos tramos de ripio presuponen un innecesario martirio para el vehículo y sus pasajeros. Pero muy pronto el entorno se encarga de justificar largamente la decisión de seguir el curso del río Chimehuín, una tentación para los pescadores de trucha con mosca. A mitad de camino, del otro lado de un puente, el lago Huechulafquen se deforma por las furiosas olas que el viento zamarrea y se empieza a perfilar la Ruta del Pehuén, que estalla en toda su dimensión más al norte.
El puesto de Guardaparques marca el ingreso al Parque Nacional Lanín. El camino se acomoda sobre la costa y sigue adelante con la maravillosa vista del lago a un costado. Hasta llegar al muelle de Puerto Canoa y la iglesia de madera de la angostura –donde nace el lago Epilafquen y se levanta en primerísimo plano el volcán Lanín–, la ruta también propone prestar atención a los bosques de ñires, lengas y araucarias que atraviesan las tierras de la comunidad mapuche Cañicul.
Ruta 13: Villa Pehuenia
Ahora es el río Aluminé el que marca el rumbo norte de la ruta 23, cuyos dos tramos de pavimento en muy buen estado contrastan con otros dos segmentos de ripio espeso. Conviene descansar un rato en la localidad de Aluminé, en medio de una arboleda tupida que refresca pequeños balnearios. A unos 40 kilómetros, a la altura del paraje Lonco Luán, aparecen los primeros destellos color turquesa del lago Aluminé. Hay que bordearlo unos 20 kilómetros más por su orilla norte para llegar a las casitas de Villa Pehuenia. Estamos inmersos en la comarca de los pehuenes (o araucarias), donde numerosas comunidades mapuches conservan sus tradiciones ancestrales.
Parte de ese patrimonio cultural sale a la luz durante el Festival del Chef Patagónico, que se celebra anualmente en Villa Pehuenia y esta vez se realizará del 26 al 28 de abril. Por suerte, no necesito esperar hasta esa fecha para probar las exquisiteces regionales: la cena en el restaurante Los Radales armoniza a la perfección una entrada de escabeche de trucha con un plato de cordero a la cacerola con cebolla, verdeo, puerro y morrón y, de postre, la desbordante copa de la casa, que lleva frutillas, grosellas, arándanos, frambuesas y moras. Al mediodía, sobre una lomada con inmejorable vista al lago, el restaurante Anhedonia ya había brindado la mejor bienvenida con una fondue a la suiza.
El estímulo gastronómico determina el estado de ánimo para iniciar el día siguiente. Con el mejor semblante posible, me sumo a una excursión en 4x4, conducida y relatada con una inconfundible tonada cordobesa por Martín Maldonado. La camioneta acelera sobre un sendero de ripio de una cuesta empinada, el primer desafío de una aventura que contempla cráteres de barro y piedras, cruzar profundos vados, bosques de gigantescos pehuenes y esporádicos mallines en un semidesierto de altura. Todo sea por alcanzar cuatro lagunas volcánicas ocultas detrás de la pared menos accesible del volcán Batea Mahuida. Los turistas no tardamos en entender que aquí el ritmo lo imponen los pastores (más conocidos como “crianceros mapuches” o “fiscaleros”). Cerca de un centenar de puestos de veranada, sus chivos comparten el camino con los escasos vehículos todo terreno que se le animan al desierto de altura.
No se puede pedir más durante el picnic que señala el final del recorrido, sobre la playa de arena volcánica salpicada de piedra pómez de la laguna Fontinalis. Al fondo de la panorámica se levantan los lagos Aluminé y Moquehue y los picos nevados de la Cordillera. Primero sorprendidos y después afectados por la emoción, los visitantes respetan el perturbador silencio de la naturaleza. El agua –casi inmutable ante la multitudinaria presencia de truchas en el fondo– se reviste de verde intenso para reflejar la imponencia de las araucarias.
Ruta 26: Caviahue
El río Litrán y los pehuenes son una grata compañía a lo largo de 35 km de la ruta 23 hasta el paso internacional Pino Hachado. Aunque implique un desvío de 10 km (más otros 10 km para retomar la ruta 21 hacia el norte), conviene asegurarse el tanque lleno de nafta en Las Lajas. Después de pasar Loncopué desacelero abruptamente, ante la intempestiva aparición de una hilera de moles a la izquierda del camino. Los mapas ignoran olímpicamente esta extraña formación y no hay cartel ni baqueano a la vista que pueda aportar algún dato. El misterio se devela media hora después, en la Secretaría de Turismo de Caviahue, por Florencia Valles: “Son los Riscos Bayos, una formación geológica de origen volcánico. La naturaleza moldeó esas figuras extrañas hace un millón de años, durante el Terciario, sólo en tres lugares en el mundo”.
La vista de Caviahue, magníficamente enmarcada por el volcán Copahue y su permanente fumarola, el lago Caviahue y los pehuenes, cautiva de tal manera que el visitante puede quedar horas embelesado, entregado a la contemplación sin más. Esa perspectiva se amplía muy cerca de la ruta de acceso, donde despega el sendero de trekking que deposita a los turistas en los miradores de las siete cascadas del río Agrio.
Cómodamente instalado en esta villa serena, me cuesta horrores arrancar una travesía en 4x4 hasta el Valle Las Lecheras. Después de atravesar puestos de transhumancia –donde ofrecen chivo al horno chileno o a las brasas y tejidos en telar–, la camioneta vadea arroyos con enormes piedras y es rozado por chivos, que se alimentan con los pastos verdes del coirón. Pescadores de truchas con mosca saludan a mano alzada mientras preparan un picnic junto a la laguna Hualcupén. Más adelante, por una pared de roca basáltica, el río Coliqueo cae en forma de cascada desbocada y el camino –ya mutado en angosta huella– empieza a rodearse de ramilletes de cañas colihue, la antesala de un bosque de lengas y araucarias. La vista del cielo impecable se alterna con túneles de sombra, mientras la presencia de arroyos y cascadas se percibe a través de un lejano rumor. En un puesto, Margarita teje con lana de oveja un camino a tres colores, sin dejar de controlar las tortas fritas, que van tomando color sobre la leña de araucaria. Disfruta en silencio su lugar en el mundo.
Ruta 26: Copahue
La ruta 26 recorre 20 km en ascenso desde Caviahue hasta Copahue. Fumarolas, lagunas y ollas con barros y aguas calientes desvían la atención a los costados de la traza de ripio y sugieren fotografías en las que, invariablemente, también se cuela el volcán Copahue. En la villa termal, los vapores de la laguna Sulfurosa recubren de bruma las casas y calles. Ana María Monasterio, directora del Servicio Médico y docente de la Universidad Nacional del Comahue, me recomienda “no más de tres baños por día” y elijo la laguna Verde (con el agua a 28 grados, donde crecen algas), una sesión de fangoterapia y una charla con mate de diez minutos con los pies aliviados en la laguna de los Callos. Retomo el periplo por Neuquén convencido de portar un cuerpo y un espíritu rejuvenecidos.
Ruta 40: Chos Malal
Después de dejar atrás el lago Caviahue, transito 15 km por el ripio de las rutas 26 y 27 para encontrar en un cañadón la última imagen impactante del río Agrio –un ruidoso salto de 45 metros entre paredes de roca teñida de amarillo por el azufre– y las araucarias. Restan otros 120 km de ripio por las rutas 27, 21 y 4 para silenciar los quejidos del auto y sus pasajeros en el impecable pavimento de la ruta 40. Otros 30 km faltarán hasta la última escala del viaje.
Repentinamente se levanta la silueta del volcán Domuyo, la mayor altura de la Patagonia, con 4.702 m. La Cordillera del Viento del norte neuquino irrumpe en el paisaje y en la atmósfera. Por suerte, los efectos de la tempestad que baja de las cumbres se atenúan durante una caminata por el casco histórico de Chos Malal. El pasado del pueblo revive en los bordes de la plaza San Martín, rodeada por el Museo Provincial –parte de un fortín militar que funcionó a fines del siglo XIX–, la Casa de la Cultura y el recuperado almacén de ramos generales de la familia Dewey y Duperrut.
El museo guarda la imprenta de 1888 que imprimía “La estrella”, el primer periódico de Neuquén. Es un hito del apogeo de Chos Malal, que se extendió desde 1887 hasta 1904, cuando este pueblo era la capital de Neuquén y el Territorio Nacional era gobernado por el coronel Olascoaga. El guía Cristian Venegas trasluce orgullo por el pasado de su terruño y remarca el aporte de los primitivos pehuenches, una etnia impiadosamente diezmada por conquistadores españoles y criollos.
El mismo vínculo afectivo con su lugar revelan durante la mañana siguiente Gabriela Sierra –directora de Turismo de Chos Malal– y el guardaparque Rody Freire, en la Reserva Provincial Tromen, 35 km al norte de Chos Malal. A los pies del volcán Tromen, del que cuelga una gruesa franja negra de lava volcánica, bandadas de flamencos rosados, cauquenes y cisnes remueven la superficie de la laguna y los nidos flotantes bailotean. Una lluvia torrencial y el viento enardecido obligan a observar el espectáculo desde el refugio del parque de nieve del cerro Wayle. La mateada y la charla se animan, pero en el mejor momento el sol vuelve a convocar. Del otro lado del ventanal, Neuquén sigue latiendo.

IMPERDIBLE
Siete lagos para deleitar la vista
Por si no fuera suficiente con las bellezas naturales que decoran Villa La Angostura y San Martín de los Andes, la ruta 231 continúa en la 234 para unir estas dos localidades a través de un serpenteante recorrido –más conocido como Camino de los Siete Lagos–, que juguetea con la Cordillera mientras regala maravillosas imágenes en poco más de 100 kilómetros.
Al sur, el primer gran mirador lo brinda el puente que cruza el río Correntoso: a la izquierda se recorta la gigantesca silueta del lago Nahuel Huapi y del otro lado asoma el lago Correntoso. Abajo, sobre la orilla, pescadores con mosca remueven el agua transparente en procura de truchas. Más adelante, abrazado por una fangosa ribera de junco y mallín, el lago Escondido resguarda su fondo bajo un tapiz de verde intenso. “Es un ambiente especial. Por favor, no acampar, no pescar, no prender fuego”, advierte un cartel al borde del ruego. El tenue sonido del motor del vehículo acalla la melodía de un arroyo.
Al borde del lago Falkner surge un bosque encantado con camping agreste y, pese a que el viento ya se hace sentir, la mejor idea es seguir al aire libre y caminar por la orilla. El entorno no da respiro.
Justo antes del punto donde una angosta franja de ripio, tierra y ceniza volcánica toma la posta de la ruta asfaltada, el manto cristalino del lago Villarino exhibe decenas de truchas. En las proximidades del lago Machónico (oscurecido de verde por la gruesa franja de coihues que lo circunda), se amontonan barbas de viejo suspendidas de los árboles. Es una referencia auspiciosa: estos líquenes que lidian con misodendros (parásitos verdes con forma de nido) se desarrollan en áreas envueltas en aire totalmente puro.
La vista vuelve a regodearse con las postales verdeazuladas de los lagos Pichi Traful, Meliquina y Hermoso. Por las dudas, a pasos del Espejo Chico, un cartel advierte: “Cierre la tranquera para que no se escape la magia”. Al fondo del mirador Pil-Pil, un manojo de inoportunos nubarrones descansan sobre los cerros y recubren el lago Lácar con una pátina grisácea. Abajo, el valle amplio completa esta versión del paraíso.

ATENCIÓN
Rutas para no apurarse
El deslumbrante paisaje que rodea la ruta 234 (“Camino de los siete lagos”) no puede ser apreciado en toda su dimensión por los conductores, en los 30 km de ripio desde el cruce con la ruta 231 hasta el lago Villarino. Llena de “serruchos”, piedras puntiagudas y pozos, requiere marcha muy lenta si se pretende cuidar el vehículo. En invierno conviene informarse antes de transitarla, ya que es posible que los operarios del Campamento San Martín de los Andes de Vialidad Nacional corten el paso durante algunas horas, a causa de lluvias intensas o tormentas de nieve.
También es atinado andar con cuidado en los tramos de ripio del desvío de 27 km hacia Villa Traful, en la ruta de montaña 61 desde Junín de los Andes hasta el lago Huechulafquen y en el km 90 de la ruta 23 entre Junín de los Andes y Villa Pehuenia. Un seductor paisaje de araucarias, montañas y el río Litrán acompaña el recorrido de la ruta 23 desde Pehuenia hasta Pino Hachado, pero es muy desolada y sin servicios, del mismo modo que las rutas 27, 21 y 4 de Caviahue a la ruta 40. Además, hay que tener precaución en los 120 km asfaltados de la ruta 40 desde Chos Malal hasta Las Barrancas –límite con Mendoza–: presenta continuas curvas y pendientes.

MINIGUIA
COMO LLEGAR
De Buenos Aires a Neuquén capital son 1.141 km por Ricchieri, Autopista a Cañuelas, ruta 3 hasta Bahía Blanca y ruta 22; total de 6 peajes, $ 24.
Aerolíneas vuela sin escalas (2 hs.) desde Aeroparque a la ciudad de Neuquén de domingo a viernes a las 6.45, 16.50 y 22.05 y entre domingo y miércoles también a las 11; ida y vuelta con impuestos en clase Económica, $ 1.521. LAN tiene frecuencias de domingo a viernes 16.55 y entre lunes y jueves 7.20; ida y vuelta con impuestos, $ 1.784.
Bus semicama Ko Kó, Vía Bariloche, Vía TAC o El Valle desde Retiro (15 hs.), $ 698 ida; cama ejecutivo, $ 796; súper cama, $ 921; también llegan las empresas Albús, Andesmar, Chevallier, Crucero del Norte, Dumas y Qué Bus.
DONDE ALOJARSE
En Neuquén capital, hotel Del Comahue: habitación doble con desayuno, TV cable, caja de seguridad y wi-fi, $ 930; doble Ejecutiva, $ 1.022; suite para dos personas, $ 1.696; suite Presidencial, $ 2.219; estacionamiento, $ 65 (www.hotel delcomahue.com).
En Villa La Angostura, hotel Correntoso: habitación doble con desayuno, wi-fi y spa, $ 1.544; suite para 2, $ 1.970; con deck, $ 2.236 (www.correntoso.com).En San Martín de los Andes, cabañas Aba Salomón: para 4 con TV cable, dvd, vajilla, heladera con freezer, microondas y parrilla, $ 320; para 6, $ 400; para 8, $ 480 (www.abasalo mon.com.ar).
En Junín de los Andes, apart Lanín: para dos personas, $ 250; incluye wi-fi, parrilla, cochera, vajilla y microondas, $ 250; para 4 personas, $ 450; para 6 personas , $ 550 (www.apart hotellanin.com.ar).
A orillas del lago Huechulafquen, hostería Huechulafquen: por persona, con media pensión, kayak, mountain bike, wi-fi y DirecTV, $ 700 (www.hosteriahuechulafquen.com).
En Villa Pehuenia, hostería Al Paraíso: habitación doble con desayuno, wi-fi y guía para excursiones, $ 450; triple, $ 640; suite para 2, $ 590 (www.pehueniaalparaiso.com.ar); cabaña para 3 Patagonia Secreta con cocina, vajilla, DirecTV, wi-fi, parrilla, ropa blanca y microondas, $ 490; para 5, $ 550; para 6, $ 600 (www.cabanasparadiso.com).
En Caviahue, hostería Kallfú (rea-bre el 15/6/13): habitación doble con desayuno, DirecTV, piscina cubierta climatizada, hidromasaje e Internet en temporada media, $ 790; triple, $ 915; departamento para 4, $ 1.280; para 6, $ 1.400; apart doble, $ 1.030; triple, $ 1.160 ; en temporada alta (6/7 al 27/7 y 17/8 al 19/8), $ 1.130 la doble, $ 1.450 triple, $ 1.715 cuádruple, $ 1.980 séxtuple, $ 1.450 apart para dos y $ 1.715 apart para tres (www.kallfu.com).
En Chos Malal, hotel Picún Ruca: habitación doble con desayuno, TV cable, wi-fi y estacionamiento, $ 410; triple, $ 540; cuádruple, $ 630; para 5, $ 850; para 6, $ 920; suite para 2, $ 480 (www.picunruca.com.ar).
QUE HACER
En Neuquén capital: visita guiada a Bodega Fin del Mundo con degustación, gratis; entrada al Museo Nacional de Bellas Artes, gratis.
En El Chocón: entrada al museo paleontológico, $ 20; jubilados, $ 5; hasta 7 años, gratis.
En Villa La Angostura: entrada al Parque Nacional Arrayanes, $ 20. Excursión en catamarán hasta el bosque de arrayanes (2 hs. 30’), $ 160.
En San Martín de los Andes: entrada al Museo La Pastera, $ 20; jubilados, $ 10; hasta 20 años, gratis. Excursión en lancha hasta Quila Quina, $ 120; hasta Hua Hum, $ 360; hasta 4 años, gratis.
En Junín de los Andes: entrada al Vía Christi, $ 20.
En Huechulafquen: entrada al Parque Nacional Lanín, $ 20.
En Villa Pehuenia: excursión guiada en 4x4 “Paso del arco” (5 hs.), $ 270 con picada y mate. La consulta médica en Copahue es obligatoria y cuesta $ 40; nebulización con agua termal, $ 20; inmersión en laguna de barro, $ 10; en laguna de algas, gratis.

INFORMACION
Casa de la Provincia de Neuquén en Buenos Aires: Maipú 48, teléfono 4343-2324/2334.
En Neuquén capital, (0299) 442-4089/3268.
turismo@neuquen.gov.ar
www.neuquentur.gov.ar







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